8.18.2010

En tarros de miel

No necesito tratamientos psicológicos. No necesito drogas, ni siquiera una infusión. No necesito hablar con un amigo. No, eso no serviría de nada. Tampoco llorarle a mi almohada. No quiero los buenos consejos de una madre ni las miradas compasivas de un padre. Ni hablemos entonces de pensar en otro. No necesito el placer, ni la música ni el baile. No quiero respirar si no es tu aliento. No quiero volar, solo caminar a tu lado. Por mí pueden desaparecer todos los versos, que yo solo escucharé tu voz. Me niego a vivir si no es por envejecer a tu lado. Morir en tu regazo. Renuncio a los viajes. Que solo haya un destino, tu cama. Que se cegen mis ojos si me regalas tu mirada. Que se lleven todo sabor y todo tacto si me puedo quedar con tus labios. Adiós al olor del melocotón, al color de las cosas cuando reposan bajo el sol, al cantar del jilguero y a la mirada felina. Yo solo quiero tus manos. Que tus brazos de fuego vuelvan a rodear mi cintura congelada y se fundad y se vuelvan agua. Enredar mi dedo en tu pelo rizado sería suficiente para sumergirme en tu cabeza. No sé si entiendes que quiero sostener tu mano, para levantarte cuando te caigas, a las tres de la mañana. Quiero tropezarme a tu lado. Limpiar una de tus lágrimas para convertirla en champán, y perdernos en el delirio de sus burbujas, en el dorado de su profundidad. Desgastar el rosado de tu lengua. Solo quiero sentir el negro de tus pestañas, de tu pelo, de tus pupilas. El negro de tu alma negra revolución

Adriana

1 comentario:

Ladridos