10.04.2010

¿A qué piso va?

La política, el cáncer, y la higiene personal son temas considerados tabú por vecinos y amigos, y no tan amigos. Aún así conseguimos abordarlos en situaciones inevitables o en momentos de valentía. Los ascensores sin embargo son casi inexistentes en las conversaciones ociosas.


Es cierto que todos alguna vez hemos preguntado a alguien por qué el único comentario que se puede llegar a hacer en estos aparatos sea acerca del tiempo, sin esperar respuesta alguna claro. Seguidamente el que capta nuestro mensaje suelta una risa, sin llegar a ser carcajada, más bien un gemido afirmativo. El emisor se sonríe a modo de felicitación por tan ágil observación. Automáticamente se pasa a hablar sobre los kilos que ha ganado un conocido o más emocionante aún, del telefilm alemán de Antena 3 (basado en hechos reales) que casi vemos el domingo pasado.


Pero,  ¿Por qué nadie profundiza en esta cuestión? ¿A caso nunca acabaremos con esta farsa? 


Nada más entrar, nos vemos poseídos de manera espontánea por la capacidad de emitir saludos ventrílocuos. Una vez en el elevador nos podemos encontrar con distintos tipos de individuos. Lo más normal es que sea un perfecto desconocido. En este caso ambos dirigen una mirada, un tanto vacilante, hacia el suelo o techo. Si el individuo ya es asiduo se dedican una mirada o gesto afirmativo sin sentido alguno. Ya si además de ser medianamente conocido comienza hablar del tiempo, consiguiendo que le sigas y así compartir un par de frases, entonces has llegado al éxtasis de los ascensores. Cabe destacar que se está perdiendo la costumbre (quizás nacida de una naturaleza cotilla) de preguntar a qué piso va nuestro compañero de viaje para pulsar el botón. Puede ser que el afán individualista nos esté dejando sin recurso alguno. Por su puesto estás de suerte si la persona con las que topas va acompañada de un bebe o perro. Este momento glorioso vendrá acompañado de preguntas hacia el dueño para clarificar el sexo, edad o nombre del ser. Tenemos en cuenta que este último recurso es tan válido para niños como para mascotas, posibles complementos del pasajero.






Al llegar a nuestro destino, no el trascendental,sino el piso al que nos dirigimos, puede que con despedida o no, nos olvidamos en un ápice de segundo de tal experiencia, a pesar de que haya podido ser una de las más misteriosas de un lunes de rutina.


¿Puede ser esta una de las claves de la existencia y la estamos dejando pasar por alto, como el que no quiere la cosa? Obviamente y como era de esperar, nos hemos declarado incapaces de escudriñar esta cuestión. Aún así, aquí dejamos nuestra conclusión, que esperamos sea de utilidad para mantener este enigma bajo la alfombra:





- La próxima vez antes de coger un ascensor, piénselo dos veces, quizás sea mejor subir por las escaleras.

4 comentarios:

  1. ...no sabemos que nos depara en las escaleras"

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  2. Adriana, tengo que decirte una cosa: tu no tienes ascensor

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  3. Entonces en este caso ascensor=licencia poética.

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  4. mira.....ni me nombres las escaleras.Las tengo un miedo(acuerdate de mi caída libre jjjj)prefiero hablar del tiempo
    maaa

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