4.09.2011

Nana de día

Nunca me había asomado al mundo y la verdad es que da miedo. Estoy en la ladera del tiempo y solo pienso en tirarme, al vacío. Es lo más parecido a volar. Tiene que haber una fuerza que ponga todo en movimiento. Es eso que te arrastra, te empuja. Eso que ha hecho chocar nuestros cuerpos, de nuevo. Ya casi ni recordaba como me sentía, enredada en tu lengua. Devorar tu sonrisa era suficiente. Cuántas veces te arranqué lo ojos para que fueran sólo míos y cuántas veces los miré y no te encontraba. Pero cuántas veces me olvide de tí.
 Hace tiempo que no dejo a la lluvia deslizarse sobre mi cara, recorrerme el cuerpo. La piel respira mejor en esos momentos. Y sí, ahora. Ahora se que derretirse en el tiempo carece de significado, pues no se escuchan las flores. ¿A dónde vas a llegar si no recorres descalzo el camino?
Porque necesitas un escorzo para salirte del margen. Para rodar ladera abajo y adentrarte en la maleza. De qué serviría ser hombre si no sabes cuándo rendirte al instinto, que te hace ser lobo, y sentir la brisa de la Luna, y cantarle. Ser fiel a sus regueros de plata, celosos de vida. Para qué buscar la verdad si no dejas que te estremezca, qu te haga temblar. Como el poeta que mata y muere joven para ser siempre joven, yo quiero morir vieja, para sentir cómo la vida me devuelve  la tierra. Dicen que el camino de vuelta a casa siempre se hace más corto. Cuando tu pelo blanco se vuele y tu corazón se duerma sólo quedará reirse de lo que tantas veces pareció un broma.
Pero mientras, mientras dame la mano y te arrastraré conmigo.

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