2.29.2012

Agua

La Luna sigue despierta
vigila este cuento mentiroso y pregunta a la sonata
nocturna,
por qué la mantiene en vela

De qué sirve practicar la libertad
si en secreto mis pensamientos son deriva
 de tu suerte

La vaga tragedia, su olor,
del reencuentro
martillea mi llegada, y las sienes del mundo

Perfecto incompleto, ciudad perdida
deberías saber, por mis palabras en huelga
que andamos direcciones opuestas

que a veces soy;
 tu hogar
el lado oscuro de tu corazón
tu cancela y tu puerto

Abandona la rutina del astuto caballero,
búrlate del tiempo

No necesito más
 que una emergencia de los sentidos
una sonrisa del estómago
o unas cuantas promesas suicidas

Al muro de la locura hablo,
de acordes rotos y despedidas
a la musa de mi garganta escribo
(esta bandera excusa),
que gobernaré febrero a pesar de sus ojos de invierno
que me debo a un desaliento

Pierdo el tiempo y el norte
continuamente,
pierdo tus ojos alejandría
como el perro perdió a su dueño la tarde del lunes
pierdo el nombre si no me llamas

2.17.2012

Podría haber sido nuestra canción


- Cuéntamelo todo - me escribiste, tan serio y natural como siempre.
Creo que nadie es consciente de la importancia de sus palabras. Ni si quiera la gente que solo tiene versos para defenderse sabe del poder de la escritura.

Llevo días, desde que vi tu nombre en mi bandeja de entrada, pensando en aquella frase. Y pensé, en contarte todo lo que sé sobre mí. Y me quedé, en blanco. Y no el blanco que nos remite a la luz, que es paz, no el blanco precisamente de los dientes que se esconden tras esa boca que tantas veces te has planteado hacer prisionera. Era, más bien, un blanco virgen y vacío. Blanco vértigo reflejo de mi conciencia, que era nada, o si era, era una mentira detrás de otra. No te negaré que hubo más de un momento en que casi me las creo.

- Por eso no escribo - me dijo la mañana del martes - porque ya no trato de encontrarme con palabras. Las ideas de todos juegan a la verdad, pero solo la practican unos pocos valientes.
Así que cogí un tren. En los trenes encuentro siempre una buena metáfora de todo lo que pueda preocuparme, como en los paseos. El eterno viaje, el eterno cambio, la eterna vuelta a casa.
Vuelta a casa ya, fue más fácil el reencuentro. Hacía tiempo que no me miraba al espejo y me preguntaba si esa era yo, o una extraña que se había acomodado, y por cierto, con muy poca elegancia.

"Vi veri Veniversum vivus vici". No te asustes, no pretendía profundizar en esta frase, que es para aquellos valientes de los que te hablaba, simplemente compartirla contigo.

Puede parecer paradójico, precisamente, pero:

He necesitado ser gato algunos días para sentirme persona. Aunque, debo reconocer que últimamente me cuesta reconciliarme con mi forma más civilizada. Sé, que pienso, pero si lo hago, la mayor parte del tiempo es en la palabra hedonismo. ¿Tendrían algún sentido las guerras por la paz, o la paz misma, si pudiéramos liberarnos de la conciencia? He necesitado perder el móvil, el reloj, la responsabilidad y el tiempo para encontrarme. Parte del placer que reposa en hacer el amor con las palabras es que son amantes que a menudo traicionan.
Así, al Sol te cuento lo que el sol me ha revelado hace un momento. Desde donde estoy, antes recostada y ahora inclinada, por cierto, sobre una mesa en la que hace años pasaba horas debajo, conquistando el mundo sin vergüenza. Ahora, es el  mundo el que me conquista a mí en cada batalla que surco escondida. Desde donde estoy veo una piscina y casi imagino que es mar abierto, me recuerda el poco tiempo que nos queda. Trae recuerdos para todos. Hace unas noches, y cada una que pasa confirma que soy un animal que pertenece a ellas, conocí a un hombre, en cuanto le vi, aunque aún fuese de día. Admito. Me sorprendí a punto de empuñar un lápiz y hacerle literatura. A punto. De librar una revolución en su  nombre solo por la forma en que me miraba. Como vengo haciendo, en un intento desesperado de formar parte de la poca poesía que le queda a nuestra Tierra arrebatada, amo a varios hombres. Pero, y esto es otro tema, también odio a uno de ellos.

El calor ha decidido desvanecerse de la alicantina. Por eso, dejo este folio abandonado sobre esta mensa. Me voy en busca de otro sol que ande por las aceras.


2.06.2012

Bandeja de entrada




Hace unos días. No sé. La verdad no sé si hace un mes o un año, o si mi mente se lo ha inventado para salvarme de la monotonía. En fin, espera, que empiezo.


Hace unos días pasé la tarde con un amigo, o un compañero, o no sé. Qué más da eso. La humedad cortaba el aire de la noche, pero no el de los bares, ni el de la distancia que había entre nuestras bocas separadas por regueros de palabras. Había luz, sin duda, de neón amarillento. Había un techo bajo y rojizo y une mesa vieja y arrinconada. Pero no, la mesa, digo, no estaba vieja de años, sino de gentes. Supongo que ya lo sabías, yo me dedico a esto mientras tú estudias monedas antiguas, mientras te congelas en países lejanos y te calientas en camas de cercanía. Había luz, pero yo estaba como a oscuras. Estaba, eso seguro, como cuando no ves tu cuerpo ni el del otro y por eso te dejas llevar. Improvisando: con el ritmo que surca el momento y la temperatura que marca la copa de tu mano, que no la sueltas. Te desnudas en el sentido que te da la gana, en todos si hace falta, excepto en el de las agujas del reloj. En eso, supongo, me darás la razón. Desengrana prejuicios, sistemas de conocimiento, hablar en la misma dirección en la que van tus pensamientos. Arriba y abajo, a donde sea. Ahora que pienso en ello, o ahora que ello me piensa y recuerda, te escribo a falta de una noche ciudadana la cual encuentre nuestras ideas bajo farolas que parezcan estrellas, que no sé quién se apagará antes, si nosotros o ellas. Ahora que pienso en ello, me pregunto con qué hablamos el resto del tiempo.