10.28.2010

Pienso juzgarte



Parece ser que una de las pocas cosas que nos diferencian del resto de los animales es el juicio. 




Sin embargo exponer tu opinión acerca de alguien implica que siempre habrá una persona que te recuerde lo mal que está juzgar basándose en tal acto o comentario.


Es normal que ya no sepamos ni lo que decimos, demasiada información en nuestro cerebro y nada clara sin duda. 


Hemos eliminado sistemáticamente la diferencia entre prejuzgar y juzgar. Si todos aceptásemos que juzgar es incorrecto, y que tal acto solo pertenece a un especialista (como es en nuestro caso un señor juez) desaparecería el término "juicio razonado", pues quedaría relegado a una minoría muy selecta. Si tal término no estuviese relacionado con nuestra especie, esta perdería su naturaleza.


 Juzgamos nuestro alrededor para determinar nuestros actos, compañías, opiniones, ideas y posicionamiento ante un conflicto. Para defender y defendernos, para ejecutar y dejar que se ejecute lo correcto. Si doblegamos esta valor y noble facultad (en caso de ser bien utilizada) en pos de una convivencia anti-conflictiva, determinada por las decisiones de unos pocos licenciados, sin duda influidos por otros pocos, que ya ni si quiera licenciados, habremos perdido.
Nos habremos despojado de toda nuestra naturaleza. Y no seremos salvajes, sino preso-pensadores.


Nos enfrentamos sin duda a un vicio del sistema.



10.26.2010

El caso de la mentira

La mentira. El caso de la mentira se da en un momento inesperado. Es la oportunidad de cambio de rumbo mediante una falacia. Llega cuando menos lo esperas. Y menos te lo esperas la primera vez. Irrumpe en nuestras monótonas, preocupantes, estresadas y estresantes vidas. Se cuela en tu cabeza como una idea.
De primeras te inspira un absoluto rechazo. Abres mucho los ojos, te asustas incluso y después echas a reír, puede que hasta a carcajada limpia. No sabes si por lo absurdo de la anécdota o el nerviosismo...


Como las fases de la verdad, la mentira también está estructurada. Tras esa fase de sentimientos inestables, muy rápida, tu cuerpo se detiene por un instante y tu mirada se paraliza en un punto fijo. Has dejado de pestañear.  

¿Y si la escoges? Al fin y al cabo, no puede ser mucho mejor que la realidad que has estado viviendo últimamente... 

Decides dar asilo a esta idea que ha llegado a tus manos despistadas por puro rebote. Y muy pronto tu curiosidad se convierte en ganas de jugar. Es algo nuevo, está al alcance de tus posibilidades y bajo control. Parece que no puede causar daño alguno. Además sabes que en realidad es una mentira, conoces su naturaleza, cosa que no pasa con los aspectos más reales con los que puedas tratar. De esta manera pareces haberle tomado ventaja al azar, aunque sigues tomando el rumbo con él en los talones, con el incentivo de la incertidumbre controlada.

¿Puede una mentira formar parte de la realidad?


 

10.13.2010

Cuento de Viento tornado y Agua marea



-Recuerdo cuando jugábamos a ser uno de los elementos.




Así empieza la historia del Viento tornado y el Agua marea:


El Agua es agua, pero condicionada por el Viento, que va y viene. Inodora, incolora e insípida, transparente al fin y al cabo. No te apetece hasta que no la necesitas. No es nada, pero te da la vida. Siempre ahí. Te ves reflejado en ella, cristalina. Sacia, calienta o enfría. Fluye. Con calidez te acaricia la piel, asemejándose a tu contorno como nunca nadie. Como nunca nadie. Te canta al oído. Susurra juguetona sus movimientos. Es mujer, obvio, pero también niña. Pero cuidado porque acaba de nacer, si lo comparas con el viejo y huraño Viento. Te evaporas con ella, a donde no guían los mapas, ni llevan los caminos. Por donde jamás podrás dar pasos, ni ir de la mano con ningún otro elemento. Te pierdes en su dulce borrachera.


Pero el agua no es eterna, no si la descuidas. Cuando el Viento deja de columpiarla, y la azota, la impulsa demasiado fuerte, no la acompaña, se pierde. Entonces el Agua deja de ser agua. Se contamina con gritos,  malentendidos, descuidos, castigos...


!El agua se pudre si le arrojas mierda, capullo Viento¡


Los diminutos residuos con los que le agasajas poco a poco, por goteo,terminan con su transparencia. Y el Viento ya no se ve reflejado en ella. Demasiados intrusos levantan barreras  de odio: ásperas y puntiagudas. El agua se queda ciega, ya no ve los lunares del Viento, ni quiere, porque ya no existen. Se volaron con el amor. No hay viento ni aire, se ha ido a otra parte. Y el agua se congela en su tragedia.


Pero Agua, estancada, ve al Sol poeta. Regresa a los surcos, puebla los arroyos. Alimenta semillas secas y renace florecillas. 


Hasta que Viento, esta vez tornado, ciclón, tifón, decide hacer una visita relámpago. Sacude al agua.
Nadie ve al Viento, es invisible. Viento que juega a ser Dios, solitario y triste. Destructor consciente


Pero el Agua a vuelto a ser azotada... 

10.06.2010

Tragedia-relámpago de una madrugada de insomnio por sobredosis de cafeína

En estos momentos más que nunca, es cuando deseo poseer las cualidades de canto del griego Edipo y la desgarrada belleza del mismísimo príncipe Hamlet. Así las palabras serían flechas, precisas, puntiagudas y certeras, hirientes en definitiva.

Es la compañía de las pequeñas tragedias la que nos hace agonizar en diminutas cantidades, que con el tiempo y la suma de estas, serán gigantes, monstruosos cíclopes incluso. Te aplastarán en un lecho de sudor amargo, nacido del hastío de los pensamientos.

Es entonces cuando expones tu tragedia, de la cual no recuerdas prólogo ni desenlace.

¿No es a caso quién toma la decisión de acabar con una actividad, o de marcharse, quién ha de servirse de explicaciones o simplemente despedirse? 
Pues a pesar de este hecho estar asumido por las masas, resulta gesto elegante, aunque a esta combinación no estemos habituados.
El cuerpo no buscará venganza, ni la cabeza justicia, ni el alma verdad.
Así pues por no demorar la espera, rompo la regla como tu la costumbre:

-Adiós amiga que no lo era, adiós

10.04.2010

¿A qué piso va?

La política, el cáncer, y la higiene personal son temas considerados tabú por vecinos y amigos, y no tan amigos. Aún así conseguimos abordarlos en situaciones inevitables o en momentos de valentía. Los ascensores sin embargo son casi inexistentes en las conversaciones ociosas.


Es cierto que todos alguna vez hemos preguntado a alguien por qué el único comentario que se puede llegar a hacer en estos aparatos sea acerca del tiempo, sin esperar respuesta alguna claro. Seguidamente el que capta nuestro mensaje suelta una risa, sin llegar a ser carcajada, más bien un gemido afirmativo. El emisor se sonríe a modo de felicitación por tan ágil observación. Automáticamente se pasa a hablar sobre los kilos que ha ganado un conocido o más emocionante aún, del telefilm alemán de Antena 3 (basado en hechos reales) que casi vemos el domingo pasado.


Pero,  ¿Por qué nadie profundiza en esta cuestión? ¿A caso nunca acabaremos con esta farsa? 


Nada más entrar, nos vemos poseídos de manera espontánea por la capacidad de emitir saludos ventrílocuos. Una vez en el elevador nos podemos encontrar con distintos tipos de individuos. Lo más normal es que sea un perfecto desconocido. En este caso ambos dirigen una mirada, un tanto vacilante, hacia el suelo o techo. Si el individuo ya es asiduo se dedican una mirada o gesto afirmativo sin sentido alguno. Ya si además de ser medianamente conocido comienza hablar del tiempo, consiguiendo que le sigas y así compartir un par de frases, entonces has llegado al éxtasis de los ascensores. Cabe destacar que se está perdiendo la costumbre (quizás nacida de una naturaleza cotilla) de preguntar a qué piso va nuestro compañero de viaje para pulsar el botón. Puede ser que el afán individualista nos esté dejando sin recurso alguno. Por su puesto estás de suerte si la persona con las que topas va acompañada de un bebe o perro. Este momento glorioso vendrá acompañado de preguntas hacia el dueño para clarificar el sexo, edad o nombre del ser. Tenemos en cuenta que este último recurso es tan válido para niños como para mascotas, posibles complementos del pasajero.






Al llegar a nuestro destino, no el trascendental,sino el piso al que nos dirigimos, puede que con despedida o no, nos olvidamos en un ápice de segundo de tal experiencia, a pesar de que haya podido ser una de las más misteriosas de un lunes de rutina.


¿Puede ser esta una de las claves de la existencia y la estamos dejando pasar por alto, como el que no quiere la cosa? Obviamente y como era de esperar, nos hemos declarado incapaces de escudriñar esta cuestión. Aún así, aquí dejamos nuestra conclusión, que esperamos sea de utilidad para mantener este enigma bajo la alfombra:





- La próxima vez antes de coger un ascensor, piénselo dos veces, quizás sea mejor subir por las escaleras.