Espero los días sin juicio. Días en que los sueños clandestinos se desnuden al sol. Te espero entre sábanas. Piel y hierba húmeda. Espero, bajo la sombra de un ciprés, respirar aire en llovizna. Y que mis pulmones se embriaguen de nuevas drogas, y de ti también que se embriaguen si pueden.
El deseo intranquilo martillea mis sienes, subversivo. Pesa como pesa el mundo, cuestionando la palabra libertad. Y cuestionando también a los hombres que la estrangulan inocente, con garras y esmalte confusos.
Ahora somos lobos que juegan rendidos al olvido de las imposiciones, custodiados por la Luna, que se ve más grande y guapa que nunca. Que se ve enloquecida a las afueras vírgenes de ciudad. Allí no hay horizonte frontera que separe al cielo del mar, dos amantes desatados por la brisa y el salitre. Revolucionan las olas.
Vivir, viajando en un coche por senderos de asfalto inesperados, hacia donde el instinto nos lleve.
A todas las almas salvajes.
10.30.2011
10.23.2011
Las tres caras de la moneda
Desde entonces, ya no puebla nítida esa palabra mis ideas. No hay jugadas retorcidas en el sendero que lleva a las estrellas. No hay estrellas, desde el día en que nos asomamos a verlas. No, era el jazmín el que cubría el cielo marino, casi negro, un manto. Como lo eran tus brazos por entre mi cuerpo, enredado. Mis piernas temblaban, anunciaban drama de gargantas.
¿Dónde estás?
A veces revuelvo la memoria de tus ojos tristes, y furiosos. Canto a nuestro caos, como si aún permaneciese, establecido en el rigor de una muerte placentera. A veces te encuentro intruso en mi jardín. Sigo entre tus brazos. Es tarde, hemos vuelto a viajar a la Luna, a pesar de las nubes de almidón. A pesar de las noches putas y viejas, a pesar del odio acumulado.
Te buscaré al tacto, de la piel. Te encenderé noches anodinas. Te hablaré del infinito horizontal, ombligo con ombligo. Y te perderé en mi retina, para que bucees cada rincón.
Aunque, con un solo te, no se escriba prosa recíproca.
Suenas con alegría, dulce. Haces de las tardes un naranja, que no gris, aunque llueva. Enterneces mi contorno, al repasarlo. Velándolo con tus manos lo descubres, y deja de ser valles impares. Natural, me sorprendo entonando momentos, a tu ritmo. Delicadeza al compás.
10.18.2011
Una manta fría
Ya son meses los días
que enfrento el abismo de las hojas
vacías, de la tinta intacta
de las manos desertadas de pensamientos explosivos
Y de qué puedo escribir si apenas escribo
quizás sea
un espejismo del espíritu que esconde
la verdad más sangrienta, más honda
Que no es nada,
ni nada puede llegar a ser
mas que lo que es
Que no lo sé
Puedo, también hablar de ti
en estas zorras en que no nos recordamos
Por poder, puedo parafrasear tu sonrisa
pero aún no da señales la encina,
tampoco ella precipita sus hojas
al otoño
Es, presencia en mí
una quinta estación enfermiza:
la carencia
No me adueño de la valentía
la de las ramas de los árboles de la tierra negra
Tengo miedo, a caer en el delirio
el de la poesía radical, retornar
sumergirme a ciegas en tus ojos esclavos del claro
10.07.2011
Máximo superior
Forastera de papel blanco, en mitad de esta noche pasiva, intranquila, intenta (co)razonar los sinsabores. Poeta, vuelva a su poesía.
Estoy sembrada de espinas que arrojar al vacío, pero no me encuentran las palabras.Quizás no existan. Quizás las hayas robado tú, y el aire.
Dejando a un lado la prosa carencia acude a la cabeza el idioma más viejo del mundo. Me faltan esas palabras ágrafas, mudas. Eslabón de las causas perdidas. No me engañas, naturaleza, sé que aún te escondes por entre húmedos rincones. Los labios se recuerdan. Sexo primitivo, lenguaje y lengua indistinguidos, gemidos. Ruta de senderos salvajes, camino de la revolución. Sinapsis, fricción de neuronas y orgía de pensamientos: revuelta de sesos.
Las camas están vaciadas de debate, llenas de conciencia contaminada de carencia y faltas del piel con piel. Me pregunto cuál será el segundo último de este zulo. De estas calles que apestan a distancia entre los cuerpos. Ya no se roza, por decoro, manos y rodillas. Ya nadie besa, orejas, boca, ombligo... No hay lenguas caballeras dispuestas a hablar con sentido. Y al no haber, no hay miradas que desnuden al alma, ni si quiera que se asomen curiosas a ella. Tampoco hay voces que desentonen la frontera del dolor y el placer, arte de amar.
El dolor, que la modernidad individualista mide su entorno por el riesgo a aproximarse a éste. Sistema de observación mínimo inferior. Aférrate a la carencia y no perderás nada.
Nada, excepto tus manos.
Estoy sembrada de espinas que arrojar al vacío, pero no me encuentran las palabras.Quizás no existan. Quizás las hayas robado tú, y el aire.
Dejando a un lado la prosa carencia acude a la cabeza el idioma más viejo del mundo. Me faltan esas palabras ágrafas, mudas. Eslabón de las causas perdidas. No me engañas, naturaleza, sé que aún te escondes por entre húmedos rincones. Los labios se recuerdan. Sexo primitivo, lenguaje y lengua indistinguidos, gemidos. Ruta de senderos salvajes, camino de la revolución. Sinapsis, fricción de neuronas y orgía de pensamientos: revuelta de sesos.
Las camas están vaciadas de debate, llenas de conciencia contaminada de carencia y faltas del piel con piel. Me pregunto cuál será el segundo último de este zulo. De estas calles que apestan a distancia entre los cuerpos. Ya no se roza, por decoro, manos y rodillas. Ya nadie besa, orejas, boca, ombligo... No hay lenguas caballeras dispuestas a hablar con sentido. Y al no haber, no hay miradas que desnuden al alma, ni si quiera que se asomen curiosas a ella. Tampoco hay voces que desentonen la frontera del dolor y el placer, arte de amar.
El dolor, que la modernidad individualista mide su entorno por el riesgo a aproximarse a éste. Sistema de observación mínimo inferior. Aférrate a la carencia y no perderás nada.
Nada, excepto tus manos.
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