Me gustaría que fueras víctima de lo que callo, que te rindieras a mis aspiraciones más obtusas. Me gustaría tener razones para odiarte, que no fuéramos lejanos como continentes o como estrellas, que fueras mi verdugo. Resultas vacío y existencia, aunque no lo suficiente como para empedrar tus murallas con dinamita. Esa mirada, que hoy al Sol era de miel, que casi asalto, me pesa en la cuenca del cerebro, en donde ningún hombre llega, aunque no lo suficiente como para convertirte en poema. Para ello, tienes que amarme lo justo, y humillarme lo justo, en desmedida. Para ello, tengo que probarte sincero y desnudo, aprobarte. Quisiera ser almohada para sorber tu sinapsis, envenenarte con mis sueños, hipnotizarte a base de versos del infierno. Y hacerte volar. Servirte caliente terror y deseo. Quiero ser el sudor que baña tu piel inconsciente, cabalgar por tus venas hasta dejarlas trémulas. Quiero matarte de mil maneras. Y cuando estés muerto, hecho pedazos, cuando seas un fracaso del mundo, te recompondré ciego el cielo más azul que hayas visto. Y el más naranja, y el más negro. Entonces, te haré el amor del revés en praderas del pleistoceno, sin calma, ni ojos, ni ideas.
Aunque, por el momento, no correré a las calles, que no puedo. Te maldeciré, por el momento, con prosa indebida. Hablaré de la muerte rutina hasta que se me caigan los dientes a un pozo. Pariré arañas peludas y ahogaré el deseo en miradas vagabundas. Por el momento, que ya se me antoja milenario, escucharé al ángel sin alas, que me susurra cuentos del delirio. Sembraré cada oportunidad con flores secas. Jugaré al ajedrez con el diablo. Seré, si no te compartes a los injustos, una cuerda de la guitarra del duende del desierto, la soga que anuda cuellos en desasosiego, un pájaro que no es pájaro, sino conciencia réptil, una madrugada en escarcha. Seré tu herida más grande. Me mudo, ipso facto, al planeta deshabitado de palabras, a la tierra analfabeta, para no escribirte y para no hablarte. Pues de qué sirven las conversaciones al aire si nadie entiende, si nadie expresa. Nada no expresado por nadie en cuartelaría de neón. La humanidad presa de cada victoria, los hombres asediados por sus triunfos. Y yo, diminuta en el alféizar de tu ventana, sigo remendando sonetos sobre cristal blindado. ¿Dónde están las personas que no veo cada día? -Indagando en la incertidumbre del laberinto-. No tengo el valor para ir tras ellos. No sé si hay algo peor que la falta de ensueño o la quietud de los cuerpos, que al fin y al cabo serán la misma cosa inmunda. A decir verdad, no sé. Cómo vas a ser suficiente sino te revelas al día, ni a la noche, si ni si quiera lo cavilas.
Ahora, vosotros que leéis, y escribís, y coqueteáis con lo imposible, podéis desechar todo lo que aquí habéis leído, y escrito, y todo con lo que habéis coqueteado. Pero no podéis olvidar, anónimos, que para la Luna, nadie tiene secretos.